Asentada en un antiguo territorio indígena, la ciudad de Lima fue fundada por el conquistador español Francisco Pizarro el 18 de enero de 1535. Entre los siglos XVI y XVIII, Lima fue la capital del Virreinato del Perú, en una época de gran opulencia que continuó hasta la independencia de Perú en 1824, año en que se convirtió en la capital nacional. La historia de Lima se preserva hoy en el inmenso patrimonio de monumentos pre-colombinos y coloniales que podemos recorrer en las zonas más antiguas de la ciudad.
Antes de la llegada de los colonizadores españoles, la zona del valle del río Rímac (de donde proviene el nombre de “Lima”) albergó el centro religioso incaico Pachacámac, cuyos restos arqueológicos se ubican en el sureste de la ciudad. En 1532, el grupo de conquistadores liderado por Pizarro derrotaron al Inca Atahualpa y tomaron posesión del territorio. Nombrado gobernador de las tierras conquistadas, Pizarro eligió la zona de Lima para asentar la capital del Virreinato, a la que llamó “Ciudad de los Reyes”.
Pese a los permanentes conflictos con distintos grupos españoles e incaicos, durante el siglo XVII la capital del Virreinato tuvo un auge comercial (como puerto de salida de oro y plata) y un gran reconocimiento internacional. La opulencia de la ciudad, frecuentemente visitada por miembros de la corte española, se equiparaba a la de las capitales europeas.
Durante las guerras de la Independencia producidas en 1810 en toda América del Sur, Lima fue un bastión realista. El proceso independentista de Lima se desarrolló entre 1821 y 1824, año en que culminó la Batalla de Ayacucho y terminó el dominio de la corona española en territorios sudamericanos. Estas luchas dejaron a Lima empobrecida, pero hacia 1850 comenzó una importante expansión urbana gracias a los beneficios económicos de la explotación del guano.
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